La nueva Ley de la Vivienda sigue sin ver la luz. A pesar de los muchos esfuerzos y presiones llevados a cabo por el Gobierno para aprobar cuanto antes una de sus armas políticas más potentes, el anteproyecto de ley sigue encallado hasta nueva orden.
La promesa electoral era que, a principios de 2021, la nueva Ley de la Vivienda entraría en vigor en toda su extensión, si bien la realidad demostró que, tras muchas disputas entre los socios de Gobierno, no fue hasta el pasado 26 de octubre cuando ésta vio la luz, comprometiéndose posteriormente el Ejecutivo a tenerla aprobada antes de final de año.
Para cumplir con dicha promesa es necesario cumplir previamente con el trámite preceptivo, que no es otro que enviar el anteproyecto de ley al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para que éste en Pleno dé su visto bueno. Una vez obtenido éste, se incluye entre los puntos del día del Consejo de Ministros correspondiente y se procede con su aprobación.
Y resulta que, lo que parecía que podría ser un mero trámite, se topó el pasado 14 de enero con el rechazo del órgano judicial al detectar una serie de imprecisiones, así como una falta de justificación a la hora de poner en marcha medidas contra el control de los precios del alquiler.
En concreto, el Pleno del CGPJ “duda sobre la competencia del Estado para legislar sobre una materia – el derecho a la vivienda – que la Constitución atribuye a las Comunidades Autónomas en su artículo 148.1.3º”.
A pesar de que la resolución aprobada por el Pleno del órgano judicial no es vinculante, se decidió elaborar un nuevo informe, el cual se volverá a debatir el próximo 27 de enero en el que, según han filtrado algunos medios de comunicación, se espera que vuelvan a resaltar los puntos críticos del primero.
Como no era de esperar en este nuevo orden político que vivimos, varios miembros de Podemos han criticado duramente al CGPJ poniendo, si cabe, un punto más de tensión entre el poder político y judicial, así como en el propio seno del Ejecutivo, responsable de la elaboración de esta Ley de la Vivienda.
Sea como fuere, el caso es que esta nueva legislación no contenta a nadie. Por el lado político, a ninguno, a tenor de las declaraciones de la izquierda más radical ya que, según ellos, no ataca de forma mucho más directa y generalista los precios de los alquileres y al PP porque considera “insólitos” muchos de los planteamientos que engloba, dejando claro que, no solo recurrirá dicha Ley ante el Tribunal Constitucional en caso de salir adelante, sino que además no la aplicará en aquellas Comunidades Autónomas donde gobierne.
Tampoco a ninguno de los colectivos del sector como son promotoras, agencias inmobiliarias, sindicatos de inquilinos o propietarios de viviendas, quienes han dejado claro que esta normativa no soluciona ninguno de los inconvenientes que tiene el sector.
A las ya comentadas incertidumbres sobre la falta de claridad existente y que ya comentamos en este blog, hay que sumar el de la ocupación ya que dicha Ley no ataja este gran problema algo que, tal y como señalan en su informe el CGPJ, puede desincentivar la llegada de viviendas particulares al mercado del alquiler ante este riesgo.
No solo eso, sino que además podría perjudicar de forma directa al propietario que, en muchos casos, también puede ser una persona física igualmente vulnerable, ya que el coste de mantener la ocupación sin el pago de renta durante un largo período de tiempo lo carga él directamente y no la Administración. Tal y como apunta el informe “es el propietario privado quien soporta el derecho constitucional de su incumplidor inquilino al disfrute de una vivienda digna y adecuada”.
En resumen, muchas incógnitas aún por despejar y al que, visto lo visto, le quedan aún muchos capítulos por contar. No solo es su aprobación, un objetivo que se ha convertido en prioritario por el actual Ejecutivo visto el notable retraso que lleva, sino su posterior entrada en vigor ya que, a día de hoy, lo que se deja entrever es que contiene los ingredientes perfectos para convertir el ya de por sí revuelto sector en un perfecto caos.